La Botillería de Maxi es de esas joyas en peligro de extinción que pervive con fuerza y vigor en una de esas calles que todavía conservan su encanto y su calado pretérito: La Cava Baja. Y es que Domingo lleva ya más de 20 años detrás de la barra atendiendo con simpatía y eficiencia a su fiel parroquia –el local abrió en los años 40– y sirviendo deliciosos platos caseros en los que manda la tradición modernizada.
Apunten tres especialidades del local: callos, rabo de toro y cocido. Pero cuidado que en su carta, extensa y variada, conviven con naturalidad, platos tan nuestros como las croquetas, las habitas de jamón y huevo frito, los chipirones en su tinta con arroz blanco, el gazpacho o las tablas de ibéricos y quesos, con otros de carácter internacional como la ensalada griega con aceitunas negras y queso, el hummus iraní, los pinchitos marroquís de pollo, la provoleta o la quiche francesa de espinacas y queso fresco. Además, ricos postres–tarta de manzana, flan, tarta de Santiago o sorbete de limón verde con vodka– caseros de verdad.
El espacio mantiene también un precioso equilibrio entre tradición auténtica –no de revista de decoración– y modernidad y tiene una de esas barras que enamoran (nada más entrar a la derecha), perfecto refugio climatizado cuando aprietan las temperaturas y quieres tomarte una caña bien tirada y fresquita.